Un Camino de Gracia

¡Oh, santísima Madre de Dios! Alcanzadme el
amor de vuestro divino Hijo para amarle, imitarle y
seguirle en esta vida y gozar de El en el Cielo. Amén.

lunes, 3 de abril de 2017

Jesús le dijo: «Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá: y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?»





EL CAMINO DE AMISTAD Y FE QUE RESUCITA

Marta, María y Lázaro de Betania

Quinto domingo de Cuaresma (Juan 11,1-45)
Imagen del Sitio Wikipedia.org  



TAMBIÉN YO, SEÑOR, como Lázaro QUIERO SALIR

Y, al verte conmovido porque ya no estaré muerto sino vivo

darte las gracias porque, ante todo, me darás la vida Señor

Porque, tus promesas, son más fuertes que la misma muerte

porque tu fama, Señor, desde siempre me ha impresionado.


TAMBIÉN YO, SEÑOR, QUIERO SALIR

Abandonando las vendas de la tiniebla y del llanto

para, después de resucitar, cantar eternamente tu gloria

y con el resto de los que creen y esperan como yo

enterrar las dudas y las desesperanzas

sabiendo que Tú, Señor, tienes palabras de vida eterna


TAMBIÉN YO, SEÑOR, QUIERO SALIR

Pero, mientras no llegue ese momento,

guárdame en tu corazón, amigo y Señor,

no olvides que, mientras estuve y caminé en la tierra,

pensé en Ti, di gracias por haberte conocido

cerré los ojos al mundo con el sueño de poder escuchar un día:

¡AMIGO, SAL DE AHÍ!
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Estamos camino a la Vigilia Pascual, camino a la noche más clara que el día, la noche más santa de todo el año, la noche en que surge la Vida y es vencida la muerte. Esa noche para nosotros los cristianos es el centro de todo el año y el centro de nuestra fe, porque la Resurrección es lo que nos caracteriza como cristianos. La Misa de la Vigilia es la Pascua que celebramos.


Imagen del Sitio ACIPRENSA


En Cuaresma los evangelios de los 5 domingos comprendidos en ella son como escalones que nos van llevando a esa Pascua, conformando el itinerario bautismal que nos propone la Iglesia. No nos olvidemos que en los tiempos del “catecumenado” la Cuaresma era el tiempo de preparación para el Bautismo. Ahora para nosotros ya Bautizados, es el de adherirnos al Bautismo. Precisamente los temas de los evangelios de los tres últimos de esos domingos, en los que Juan nos presenta a Jesús como Agua viva, como Luz y como Vida, se centran en temas relacionados con el Bautismo que luego veremos como condensados en la Misa de la Vigilia Pascual:
 

 El del Agua Viva, con la samaritana, revelando que nuestra sed de infinito sólo Dios la puede saciar: en la Vigilia Pascual lo vemos con la bendición del agua, seremos rociados con esa agua y vamos a renovar nuestras promesas bautismales y con ellas nuestra filiación divina y esa presencia fortalecedora de Dios en nosotros.  
El tema de la luz, con el cieguito, mostrándonos como ante la “luz de Jesús” unos se vuelven videntes y otros se vuelven ciegos, siendo el puro de corazón el que puede ver y la oscuridad la que impide ver a Dios: tema que la Vigilia Pascual recoge comenzando con una Iglesia totalmente a oscuras al tiempo que se bendice en el atrio un fuego nuevo del que tomará luz el cirio pascual, imagen de Cristo “luz del mundo”, y de él, luego, todas las velas de la comunidad cristiana asistente a la Misa. El evangelio de la resurrección de Lázaro nos habla de que Dios es el Señor de la Vida y de la muerte. La resurrección temporal de Lázaro, en su reviviscencia corporal, es una imagen, una prefiguración de lo que será la resurrección definitiva en el espíritu, una resurrección para la vida eterna. El tema de la Vida es el tema de la Vigilia Pascual, es el misterio de la Vida que surge de la muerte. Esta es la gran verdad consoladora de nuestra fe, la verdad que celebraremos gozosos en la Vigilia Pascual.

La narración de la resurrección de Lázaro, es en realidad la culminación de una historia de amor y amistad. Una historia entretejida por una gran riqueza de elementos y cargada de profundas emociones: cada palabra, cada gesto, tiene un profundo significado que sólo se puede captar mediante la lectura atenta y la contemplación amorosa del texto. Empecemos entonces a desmenuzar el Evangelio de Juan que se proclama el quinto domingo de Pascua.


Imagen de ACIPRENSA


Había un hombre enfermo, Lázaro de Betania, del pueblo de María y de su hermana Marta. María era la misma que derramó perfume sobre el Señor y le secó los pies con sus cabellos. Su hermano Lázaro era el que estaba enfermo.

Betania, a tres kilómetros de Jerusalén, se presenta como protagonista importante de este evangelio pues allí vivían los grandes amigos de Jesús, María, Marta y Lázaro
(nombre que significa Dios ha socorrido). En los evangelios de los dos domingos precedentes, los encuentros narrados por Juan son con personajes que no eran amigos de Jesús, a la samaritana la encuentra junto al pozo y al cieguito lo ve al pasar. Acá, por el contrario, Lázaro y sus hermanas María y Marta -los tres principales personajes de este Evangelio- los tres eran amigos de Jesús a cuya casa Él acudía --antes y después de la resurrección de Lázaro—a descansar. Betania tuvo que ser –seguro que lo fue—un lugar cálido, amable y querido por Nuestro Señor.

Los versículos transcriptos de Juan hacen alusión a una escena del capítulo siguiente de su evangelio, en donde Jesús después de la resurrección de Lázaro vuelve a la casa de los hermanos y María “tomando una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos, la casa se impregnó con la fragancia del perfume, Judas Iscariote, unos de sus discípulos, el que lo iba entregar dijo ¿Por qué no se vendió ese perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres? Dijo esto, no porque se interesaba por los pobres sino porque era ladrón y, como estaba encargado de la bolsa común, robaba lo que se ponía en ella. Jesús le respondió: déjala, ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura. A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre.” Piensen que María no va a poder ungirlo después de muerto, ya que cuando las mujeres van a hacerlo no lo encuentran porque había resucitado, Las palabras de Jesús están adelantando el gesto de la unción de su cuerpo. María tiene esta disposición de estar siempre a los pies de Jesús, esta actitud de reconocimiento de que Él es Dios, de que Él es aquél que da la Vida, tiene una actitud de profunda humildad delante del Señor.

Marta, María y Lázaro amaban al Señor y Él también los amaba, como el mismo texto de este Evangelio lo dirá más adelante. Lázaro enferma y las hermanas le mandan un mensaje a Jesús.

Las hermanas enviaron a decir a Jesús: «Señor, el que tú amas, está enfermo».

Aquí ya aparece el tema principal que va a ser el de la fe y, sobre todo, el tema de trasfondo que es el del amor, porque noten que ellas no le expresan directamente una petición, no le ordenan nada, simplemente le recuerdan “el que tu amas”, es como que están diciendo “basta que sepas que está enfermo”, porque “no amas y abandonas” dice San Agustín, o sea “si Tú lo amas no lo puedes abandonar” y ellas tienen confianza en el amor de Jesús a Lázaro. Es muy lindo como ejemplo de oración de intercesión y, a la vez, es una oración de confianza, es como decir “confío en el amor que Tú le tienes para que obres”.

Y las hermanas le mandan el mensaje y se quedan en su casa, no se separan de su hermano que está enfermo, ellas ejercitan ese rol irremplazable del servicio, el amor, la compasión hacia el que sufre.

Al oír esto, Jesús dijo: «Esta enfermedad no es mortal; es para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.

Jesús no explica el porqué del dolor sino el para qué: “Para la Gloria de Dios”…Es decir, para manifestar qué Dios es “Yo soy el que soy”, el que siempre está presente en medio de su pueblo Todas las acciones de poder de Jesús buscan que Dios resplandezca con su obra, mostrar el amor que Dios nos tiene, revelado a través de su Hijo  “Para que el Hijo de Dios sea glorificado”… Es decir, para que se reconozca que Jesús está en una relación estrecha
(y al mismo nivel) que Dios. Las obras de Jesús enseñan quién es Jesús


A la vez Jesús tiene la certeza de su amor por Lázaro, de su amor hacia las hermanas del enfermo, su certeza en la fuerza de ese amor. Pero no es un amor impulsivo, no es que lo deja todo y va volando. Él sabe perfectamente lo que va a hacer. Y aquí el evangelista remarca:

Jesús quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro. Sin embargo, cuando oyó que este se encontraba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba.

Jesús no va enseguida, no porque le faltara amor. El que Jesús se quedara dos días más sabiendo que Lázaro, al que amaba, estaba enfermo nos puede sorprender, pero vamos a ver que lo hace para manifestar lo que es la grandeza del milagro que va a realizar. Para eso Lázaro tenía que estar muerto, bien muerto, estar enterrado, a fin de que se manifestara, con todo, su poder. Al respecto decía San Pedro Crisólogo: “Cristo, cuyo amor radica no en aliviar al amigo, sino en devolverle la vida, no facilita al amigo un remedio contra la enfermedad, sino que le prepara inmediatamente la gloria de la resurrección. Por eso, cuando se enteró de que Lázaro estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba. Fijaos cómo da lugar a la muerte, licencia al sepulcro, da libre curso a los agentes de la corrupción, no pone obstáculo alguno a la putrefacción ni a la fetidez; consiente en que el abismo arrebate, se lleve consigo, posea. En una palabra, actúa de forma que se esfume toda humana esperanza y la desesperanza humana cobre sus cotas más elevadas, de modo que lo que se dispone a hacer se vea ser algo divino y no humano… Pues porque la muerte y la resurrección de Lázaro era ya un bosquejo exacto de la muerte y resurrección del Señor, y lo que luego iba a suceder con el Señor, se anticipa ya en el siervo” Cristo volvió al tercer día a la vida, como Señor que era; Lázaro fue resucitado al cuarto día, como siervo.

Este tema del amor de Dios sobre ellos y sobre nosotros, es el que está detrás del tema de la fe en Dios. Hay que creer en el amor que Dios nos tiene. Dios al encarnarse nos muestra su ser que es el amor. Debemos tener la certeza del amor de Dios sobre nuestras vidas, la certeza absoluta de un Dios que es Padre. Esa fe en el amor de Dios es lo que da una gran estabilidad, es decir una paz y una alegría a la vida del hombre.

Después dijo a sus discípulos: «Volvamos a Judea». Los discípulos le dijeron: «Maestro, hace poco los judíos querían apedrearte, ¿quieres volver allá?»

Aunque el relato apunta hacia el encuentro de Jesús con la muerte del hombre, vemos cómo nos está anunciando que también está en juego la vida misma de Jesús: Jesús da vida jugándose su propia vida.

En Juan 10,39 se cuenta cómo los enemigos de Jesús intentan –sin éxito- atraparlo en Jerusalén; luego en 10,40 se nos informa que Jesús permanece en la orilla oriental del río Jordán protegiendo su vida. Es justamente ahí, en ese momento de tensión, donde comienza el relato de la resurrección de Lázaro, el cual supone su regreso a las inmediaciones de Jerusalén, allí donde su integridad personal está amenazada. Para Jesús es más importante un amigo que la propia vida. Esto lo demuestra prácticamente: desafía a la muerte yendo a ver a Lázaro.

Y así había de suceder ya que una vez que Jesús realiza el signo de la resurrección de Lázaro, vemos que se reúne un Sanedrín para decidir la muerte de Jesús.
(11,47-54), la resurrección de Lázaro iba a ser el desencadenante de la "solución final" contra Jesús: su muerte en la cruz.

Jesús les respondió: «¿Acaso no son doce la horas del día? El que camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; en cambio, el que camina de noche tropieza, porque la luz no está en él».

Jesús tiene que cumplir su misión, tiene poco tiempo y quiere consumarla. Jesús va a entrar en la noche de la muerte y la va a iluminar, Jesús es la luz del mundo, dice San Juan “las tinieblas no van a vencer la luz”. Ni las tinieblas ni la oscuridad de la muerte van a vencer el poder de la Vida que tiene Jesús.

Jesús va a penetrar, va a sumergirse en la noche de la muerte y la va a vencer con su propia fuerza. Él va a librar al hombre de la oscuridad de la muerte y, de alguna manera, les está diciendo no tengan miedo, porque si permanecen en mí que soy la luz, también ustedes van a poder vencer esas tinieblas, esa muerte. Es la fe la que no nos permite morir, la fe da vida para siempre.

Después agregó: «Nuestro amigo Lázaro duerme, pero yo voy a despertarlo». Sus discípulos le dijeron: «Señor, si duerme, se curará». Ellos pensaban que hablaba del sueño, pero Jesús se refería a la muerte.

Ese “nuestro” que usa Jesús indica que Lázaro era también amigo de los discípulos. Asimismo nos está diciendo, “esta es la razón de mi viaje, hay la necesidad de un amigo y voy a ir a despertarlo”. Escribe San Agustín en su comentario: “Dijo que dormía y era verdad, porque dormía para el Señor, y solo estaba muerto para los hombres que no podían resucitarle. El Señor, de hecho lo resucitará del sepulcro con más facilidad que cualquiera de su lecho a uno que duerme”.

Por su parte los discípulos pensaban que el sueño era un buen síntoma para un enfermo y que si podía dormir se iba a curar. Es que los discípulos nunca entienden nada hasta que reciben el Espíritu Santo. Así cuando Jesús les habla de su pasión, muerte y resurrección se espantan, hasta que en Pentecostés reciben el Espíritu Santo y ese Dios que estaba afuera, que era Cristo, está entonces dentro de ellos y los ilumina para comprender. Es lo que nosotros recibimos en nuestro Bautismo. Hasta ese momento los discípulos no habían recibido el Espíritu Santo y por eso, por más que Jesús les explicara, no entendían, era como que tenían otro lenguaje. Acá vemos que Jesús habla de la muerte y ellos piensan que hablaba del sueño.

Entonces les dijo abiertamente: «Lázaro ha muerto, y me alegro por ustedes de no haber estado allí, a fin de que crean. Vayamos a verlo.

A Jesús nadie le había dicho que Lázaro estaba muerto. Comenta San Agustín: “Lázaro había sido anunciado como enfermo no como muerto. Pero ¿qué podía estar oculto a los ojos de Aquel que lo había creado, y a cuyas manos había ido el alma del difunto?” Él, como Dios, había recibido el alma de Lázaro, por lo que no ignoraba que había muerto.

Jesús se alegra por sus discípulos de que no haber estado allí. “Me alegro por vosotros" Y ¿por qué por vosotros? Se alegraba Cristo porque la tristeza de la muerte en seguida se convertiría en el gozo de la resurrección y era necesaria la muerte de Lázaro para que luego, con Lázaro fuera del sepulcro, resucitase la fe de los discípulos.

Aquí aparece el tema de la fe que va a ser tan importante en este Evangelio. El concepto hebraico de lo que es fe es profundo. La palabra hebrea para fe es “Emunah” que viene de la raíz “Aman” de la cual viene nuestro “Amén”, es el “Creo” del Credo que rezamos. Es algo seguro, establecido, fiel, en lo que podemos confiar, que es verdad. La fe es apoyarse, adherirse, cimentarse sobre una roca, es decir, nuestra vida esta cimentada, fundada en Dios, apoyada en Dios, sobre algo firme, este es nuestro “Creo”, no está construida sobre arena sino sobre la roca que es Dios.

Tomás, llamado el Mellizo, dijo a los otros discípulos: «Vayamos también nosotros a morir con él».

Jesús en el fondo está diciendo vamos a que me maten, ya que en Judea todos lo estaban buscando para matarlo, era como ir a entregarse. La frase valiente de Tomás, implica un gesto de fidelidad a Jesús.

Tomás, que es el que después va a decir que si no ve la marca de los clavos en sus manos o pone su mano en el costado abierto de Jesús, no creerá, acá tiene está actitud tan linda de decir, vayamos también nosotros a morir con Él. Pedro en algún lugar también va a decir, Señor yo daré mi vida por ti. Ellos en medio de la oscuridad de su fe, tienen ese amor por Jesús de querer entregar su vida por Él. Acá está el tema de la fidelidad ligada a la fe, esto es como un paso más, porque también está el cimentarse, el apoyarse, pero sin ser para siempre, sin ser fiel.

La fidelidad es el tema de echar raíces, de permanecer. Sólo el que echa raíces y el que permanece fiel, da frutos. Un árbol no puede dar frutos si es constantemente trasplantado. Sus raíces, que es lo que no se ve, serán su fortaleza, las que le permitirán hacer frente a los vientos, a las tormentas, a las sequías, las que hacen que el árbol permanezca y de frutos. Los discípulos quieren permanecer con Jesús hasta la muerte, quieren dar la vida por Él. Permanecer en un lugar hasta la muerte tiene un sentido de estabilidad, y es el modo de dar frutos. Se es estable en el amor de Dios como respuesta a la fidelidad de Dios. Nuestra fidelidad siempre es un reflejo de la fidelidad de Dios. El que es fiel es Dios. El que permanece fiel, desde el día que nos pensó, al amor que nos tiene, es Dios, y nuestra respuesta de fe es que queremos Señor permanecer fieles a tu amor como Tú permaneces fiel a nosotros. Estos discípulos quieren ser fieles y lo siguen a Judea, a Betania.

Cuando Jesús llegó, se encontró con que Lázaro estaba sepultado desde hacía cuatro Días. Betania distaba de Jerusalén sólo unos tres kilómetros. Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano.

Una vez que Jesús y los discípulos llegan a Betania Lázaro ya llevaba cuatro días en el sepulcro.- La venida de muchos judíos para el velorio con el fin de “consolar” a las hermanas, subraya el clima de tristeza y la sensación humana de impotencia frente la muerte. Estos judíos son los que luego interactuarán con Jesús, unos creerán y otros irán a denunciarlo.

Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa. Marta dijo a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas».

Pareciera que Marta se entera de la llegada de Jesús y no le avisa a su hermana. Ella quiere hablar a solas con Él fuera de la casa, tal vez porque Jesús estaba perseguido y en la casa estaban los judíos consolando a María. Marta, de algún modo, hace un reproche por la ausencia.

 De sus palabras se trasluce
 1) su fe en Jesús: “Mi hermano no habría muerto”, 
2) Su desilusión por haber llegado tarde: “Si hubieras estado aquí...”, 
3) Su esperanza porque sabe que su presencia no será en vano: “Pero aún ahora yo sé que cuanto pidas a Dios, Dios te lo concederá”,
 4) Y que ella aún no ve a Dios en Jesús, ya que no le dice que Él puede dar la vida a Lázaro, sino que tenía que pedírselo a Dios. Sabe que es una persona extraordinaria pero no lo ve como Dios.

Marta corre y María se queda en la casa, cada una según su carácter. Marta recién después del diálogo que va a mantener con Jesús va a llamar a María, una vez que, de alguna manera, en ella resucita la esperanza.

Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará». Marta le respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día».

Es la fe que tenían los judíos
(fariseos) de la época de Jesús, en la resurrección. Dentro del pueblo judío, en tiempos de Jesús, el grupo más apreciado por la mayoría del pueblo era el de los fariseos que creían en la resurrección de los muertos el último día, frente a ellos los saduceos, secta a la que pertenecían las personas de la alta sociedad, miembros de familias sacerdotales, cultos, ricos y aristócratas negaban la inmortalidad del alma y la resurrección.

Jesús le dijo: «Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá: y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?».

Este es un texto para pensarlo muchas veces. San Agustín dice “Yo soy la resurrección porque soy la Vida”, Jesús es la Vida, es la Resurrección, creer en Jesús Vida es adherirnos a esa Vida, participar de esa Vida, ser insertados, sumergidos, de alguna manera, en esa Vida de Jesús. No podemos morir porque estamos inmersos en la Vida. Recuerden cuando Jesús decía Yo soy la vid y ustedes los sarmientos, el que permanece en mí da muchos frutos, separados de mí no podéis hacer nada. Esto es así porque participamos de la savia, nosotros somos partícipes de esa Vida que es Jesús. El cristiano que se adhiere a esa Vida, que cree en esa Vida, que se apoya en esa Vida, ya no puede morir. Nosotros con Jesús formamos un cuerpo, Él la Cabeza, nosotros los miembros de ese cuerpo, y como miembros participamos de todos los bienes de esa Cabeza. La Cabeza está en el cielo y allí va a llegar el cuerpo. Una oración dice: Señor que tu cuerpo llegue a donde la Cabeza.

Aquí está lo que va a ser el misterio de la Pascua, unido lo que es la Vida con el amor. El amor a alguien no puede ser por un tiempo, Dios no nos puede amar por un tiempo. Hay un autor que dice: “amar es decirle al otro tu no morirás jamás”, el amor lleva consigo un deseo de que el otro nunca muera, de que el otro viva para siempre. Como Dios es amor y es amor eterno, tiene el deseo de que vivamos para siempre, no puede amarnos solo por esta vida, Dios nos creó para vivir eternamente. Una vez que Dios nos pensó, nos amó y nos creó, es para que existamos para siempre, por eso es la fe en la resurrección.

Si somos fruto del amor de Dios, un Dios que nos amó, Dios no nos puede amar por un tiempo, Dios nos ama para siempre, tenemos que vivir para siempre. El cristiano vive para siempre porque hay como trasfondo, un amor eterno de Dios sobre cada uno de nosotros. Y va a ser ese amor que va a querer ahora darle la vida a Lázaro, Él lo amaba a Lázaro.

Jesús después que le hace a Marta una confesión impresionante le pregunta si cree, Marta, entonces, llega a la fe: comprende y hace una profesión fe de altísimo nivel:

Ella le respondió: «Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo».

El encuentro tiene su punto culminante en la confesión de fe, es decir, en el reconocimiento de quién es Jesús para los hombres. Dice Marta:
 “Tú eres el Mesías”: aquel mediante el cual Dios cumple su obra de salvación por los hombres.
 “Tú eres el Hijo de Dios”: aquel que vive en una comunión sin comienzo y sin fin con Dios; aquel que está al mismo nivel de Dios.
“Tú eres el que debía venir al mundo”, o sea, que “Tú eres el enviado del Padre”. Dios Padre está detrás de toda la obra de Jesús.

De alguna forma Jesús le pone fin al dolor de Marta, aún antes de resucitar a su hermano ya le infunde la esperanza, Marta es consolada por la presencia de Jesús, es consolada por la esperanza y se va a buscar a su hermana para decirle que venga a escuchar esto, que venga a consolarse.

Después fue a llamar a María, su hermana, y le dijo en voz baja: «El Maestro está aquí y te llama». Al oír esto, ella se levantó rápidamente y fue a su encuentro.

Se lo dijo en voz baja porque estaban los judíos rodeando a María y Jesús estaba perseguido. Ella se entera y vuela. Es linda la prisa de María, nos hace recordar a la prisa de la Virgen por visitar a Isabel, es la prisa del Espíritu Santo.

Jesús no había llegado todavía al pueblo, sino que estaba en el mismo sitio donde Marta lo había encontrado. Los Judíos que estaban en la casa consolando a María, al ver que esta se levantaba de repente y salía, la siguieron, pensando que iba al sepulcro para llorar allí. María llegó donde estaba Jesús y, al verlo, se postró a sus pies y le dijo: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto».

Vemos que Jesús sigue tranquilo, no se apura, se toma su tiempo, sabe perfectamente lo que va a hacer. María se postra ante Jesús, ella siempre tiene esa actitud de reconocimiento de que Jesús es Dios, tiene una actitud de profunda humildad. Si bien dice lo mismo que su hermana, no dice aquello de que “le pida a Dios”, porque María ya reconocía la divinidad de Jesús, María tenía mayor fe que Marta, pero su fe es todavía insuficiente, hay fe pero también desilusión. María aún no se abre a la esperanza, no llega a la confesión de fe de su hermana, sigue perpleja ante la muerte. El dolor de María se trasluce en su llanto.

Jesús, al verla llorar a ella, y también a los judíos que la acompañaban, conmovido y turbado, preguntó: «¿Dónde lo pusieron?». Le respondieron: «Ven, Señor, y lo verás». Y Jesús lloró.

Este texto es muy impresionante, porque Jesús que acababa de decir que es la Resurrección y la Vida, eso no le impide conmoverse ante el dolor de la muerte, Jesús es profundamente humano, es profundamente hombre, no es impasible ante el sufrimiento humano, ante nuestro propio sufrimiento.

Jesús llora porque Jesús ama.



El que ama sufre, es como la manifestación de su amor por Lázaro, es lo que es la compasión. Compasión es padecer con, es sufrir lo mismo que está sufriendo el otro, es compartir el mismo sufrimiento, o sea como si me pasara a mí. La fuente de la compasión lloraba, el que era el Agua Viva derramaba lágrimas. Acá podemos decir que Jesús nos está enseñando a llorar por el sufrimiento del otro, a llorar tal vez por los propios pecados, nos muestra las lágrimas como algo que purifica, que consuela, que pacifica. Que no es signo de debilidad sino de humanidad. Las lágrimas ayudan a asumir el dolor, a aceptar el dolor. El sufrimiento por la muerte es un drama aunque sabemos y creemos en la resurrección. Creo en la resurrección de las muertos, pero el cristiano no es un ser impasible y sufre esa pérdida aun teniendo la certeza y el consuelo que le da la fe. Jesús sabiendo que lo va a resucitar, llora. Jesús llora el drama de la muerte, comparte el dolor de la muerte. Es bueno en el sufrimiento del que llora, verlo a Jesús también llorando con nosotros.
Ante un sufrimiento grande, no ver a Dios en contra sino ver a Dios con nosotros, un Dios que sufre, que hace el duelo con nosotros, que llora con nosotros. Acostumbrarnos a verlo de nuestro lado, que comparte nuestro dolor.

Los judíos dijeron: «¡Cómo lo amaba!». Pero algunos decían: «Este que abrió los ojos del ciego de nacimiento, ¿no podría impedir que Lázaro muriera?

El pueblo ve, interpreta y concluye: ¡Cómo lo amaba! Pero lo que en un primer momento es motivo de admiración, inmediatamente se vuelve objeto de crítica. Los judíos del pasaje solamente saben ver una posible debilidad y falla en Jesús. Sin embargo, aquí hay una lección: la muerte es necesaria. 

La resurrección presupone la muerte por eso Jesús se ha referido a la muerte (tan duradera) como si fuera un sueño. La promesa de Jesús no es precisamente la de evitar la muerte sino la de no dejar que ésta se constituya en la última palabra sobre la historia humana.

Jesús, conmoviéndose nuevamente, llegó al sepulcro, que era una cueva con una piedra encima, y le dijo: «Quiten la piedra» Marta, la hermana del difunto, le respondió: «Señor, huele mal; ya hace cuatro días que está muerto». Jesús le dijo: «¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?»

Este es el momento en el que Jesús se coloca de cara a la muerte. Ahora demuestra que ésta no es de ninguna manera un límite para él: Jesús tiene poder sobre la muerte. Jesús está ante el sepulcro profundamente conmovido. San Juan Crisóstomo dice ¿Por qué no lo resucitó sin sacar la piedra, por casualidad el que con su voz hizo levantar a un muerto no podía sacar la piedra? No lo hizo para hacernos testigos del milagro y para que no pudieran decir, como dijeron del ciego, no es ese. Para que no quedaran dudas de que el muerto era Lázaro.

El cuarto día después de la sepultura es cuando, según la creencia rabínica, el cuerpo regresa definitivamente al polvo de la tierra, o sea, cuando la muerte es completa e irreversible y Marta que le había dicho a Jesús “sí creo”, se olvida de sus palabras y duda. Jesús entonces le vuelve a decir: “¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?”. ¿Cuántas veces necesitamos nosotros oír estas palabras de Jesús para que nuestra fe no se tambalee ni siquiera ante la muerte? Este pasaje nos predispone a celebrar la Pascua, la resurrección de Jesús, la VIDA con mayúsculas. Pero si esto no entra en nuestro corazón y hasta los tuétanos de nuestra vida, no podremos celebrar nada. Marta somos todos. Pero no olvidemos que al final Jesús llevó a muchos de los que estaban allí a creer en Él, y a Marta con más fuerza que antes.

Entonces quitaron la piedra, y Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: «Padre, te doy gracias porque me oíste. Yo sé que siempre me oyes, pero lo he dicho por esta gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado». Después de decir esto, gritó con voz fuerte: «¡Lázaro, ven afuera!».

Jesús hace sacar la piedra y hace una oración de gracias al Padre. La actitud de levantar los ojos es lo propio de la oración. Jesús hace una oración filial, le dice Padre. Jesús agradece consciente del futuro sacrificio de su propia vida, le agradece al Padre sabiéndolo todo, sabiendo que Él iba a pasar por el drama de la muerte, que esto le iba a desencadenar su propia muerte. Dar gracias en medio del sufrimiento y en medio de la cruz.

Jesús le da gracias al Padre porque lo ha “escuchado”. Sus palabras revelan que Jesús no dejó ni siquiera por un instante la oración de petición por la vida de Lázaro. Más aún, esta oración continua reforzó el vínculo con el amigo y, al mismo tiempo, confirmó la decisión de Jesús de permanecer en comunión con la voluntad del Padre, con su plan de amor, en el que la enfermedad y muerte de Lázaro se consideran como lugar donde se manifiesta la gloria de Dios. Además deja claro que lo que busca es que la gente crea y también que el milagro es en comunión con el Padre.

Después de proclamarle al mundo su unidad perfecta con el Padre, Jesús pronuncia con solemnidad el imperativo: “¡Lázaro, sal fuera!” Esta es la palabra que todo creyente escucha de Dios al salir de la fuente bautismal y que le hace pasar de la antigua vida a una nueva existencia y es la palabra que todo creyente escuchará al final de esta vida: “Llega la hora en la que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz y saldrán…”
(Jn 5,28-29ª).

Jesús la grita, es como si hubiera una lucha de Jesús con la misma muerte, recordemos cuando Jesús antes de morir también grita. Baldini dice que estos dos gritos, el de Jesús en la cruz y el grito de Jesús a Lázaro, vienen de un mismo corazón, están inspirados por la misma misión, constituyen un acto único e idéntico. No hay aquí solamente el milagro de la resurrección, está detrás de las apariencias, en las profundidades del espíritu, una lucha, hay una lucha contra el poder del mal, contra el demonio, para rescatarnos del que es el enemigo de la redención, es contra él que se dirige Jesús, contra el demonio que tiene el poder de la muerte como fruto del pecado de Adán y Eva.

Jesús lo resucita a Lázaro. La resurrección es lo que a nosotros nos define como cristianos, somos cristianos porque creemos en la resurrección de Jesús. San Pablo va a decir Si Jesús no resucitó nuestra fe es vana, seríamos los hombres más dignos de lástima. Creer que la vida no acaba, que hay una vida plena después de la muerte, eso es lo que a nosotros nos caracteriza y por eso nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor.

La resurrección de Jesús nos involucra a todos, nuestra vida cambia, todos quedamos envueltos en esta victoria sobre la muerte. En la resurrección de Lázaro, Jesús está adelantando lo que va a ser esa victoria futura; pero la resurrección de Jesús es completamente distinta de la de Lázaro, porque éste después que Jesús lo resucita murió.

 La resurrección de Jesús es lo que es verdaderamente nuevo, es lo que vamos a celebrar en Pascua, es lo que abre a la humanidad un destino completamente distinto, un modo de existir nuevo, Jesús resucita un nuevo modo de vida, una creación nueva.

El muerto salió con los pies y las manos atados con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: «Desátenlo para que pueda caminar».

Jesús lo resucita y dice déjenlo caminar, lo libera ¡Desátenlo! Esto es también un símbolo de lo que Jesús hace por nosotros cuando nos libera de aquello que no nos deja salir de nuestra situación de muerte, de nuestros pecados, de la oscuridad, de la lejanía de Dios.

Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en él .Pero otros fueron a ver a los fariseos y les contaron lo que Jesús había hecho.

El Evangelio termina diciendo que muchos creyeron pero algunos no. Esos algunos fueron a delatar a Jesús ante las autoridades y en los capítulos siguientes lo irán a buscar para matarlo y también quieren matar a Lázaro, tratando de borrar este milagro que daba testimonio de la divinidad de Jesús y de su poder sobre la vida y la muerte.
Hoy Jesús nos interpela a nosotros para que salgamos fuera de los sepulcros que nos hemos construido con nuestras elecciones de mal y de muerte, con nuestros errores, con nuestros pecados y aunque estemos muertos por el peso de nuestras culpas podemos salir y gritar:

"Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios". Y si creo, yo sé, no ya que resucitaré, sino que estoy resucitado.





Plegaria por la Patria.




Señor mi Dios,

Tú conoces lo que hay en cada corazón y conoces cada historia.

Te pido humildemente este día por mi país,

Tú conoces nuestra gente, nuestras necesidades, nuestras alegrías, temores y sufrimientos, conoces nuestras luchas de cada día y conoces que es lo mejor para cada uno de nosotros.

Llénanos de tu espíritu, permítenos encontrar la paz, permite que te encontremos y gobiernes el corazón de cada argentino. Perdónanos si te hemos ofendido, pero escúchanos Señor, Argentina te necesita.

Cambia el odio por amor, cambia la ofensa por perdón, cambia la tristeza por alegría, cambia la guerra por paz, cambia el dolor por esperanza...

Sé tú Señor nuestro guía, ilumina nuestro camino, ilumina a los argentinos. Amén.


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